“Los reacios árbitros de la venganza bárbara, los visigodos
han jurado devolver a los romanos completamente las décadas de abusos sufridas en
sus manos”.
Las devastaciones de los hunos les obligaron a pedir al
emperador romano Valente protección en sus tierras. A pesar de ser aceptados,
los generales locales extorsionaron brutalmente los refugiados, llevándolos a
una abierta rebelión.
Mientras intentaba ajustar cuentas con ellos Valente fue
asesinado en batalla. Un periodo de paz siguió hasta que los Visigodos, bajo
Alarico, lucharon contra los francos en ayuda del emperador Teodosio I. Ahora,
buscando revancha, Alarico tiene sus ojos puestos en la mismísima ciudad de
Roma…
Mientras la campaña empieza, los visigodos se encuentran en
Macedonia, con muchas opciones ante ellos. ¿Irán al norte a las estepas,
devastaran la provincia donde se encuentran provocando la ira del Imperio
Romano de Oriente, o pillaran el oeste, aprovechándose del débil Imperio Romano
de Occidente? Una gente acostumbrada a tomar lo que el mundo les ofrece, los
visigodos raramente sufren hambre, y obtienen un voluminoso monto de cada
facción que anexan como estados tributarios.